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El mundo las personas y las empresas



La economía mundial se ha vuelto digital. El aporte del capital intangible en el valor agregado de cada año en todo el mundo duplica al aporte del “viejo” capital físico; el producto más transado entre fronteras ya no es el petróleo, ni los químicos, ni los autos, sino los datos; el conocimiento, la información, la invención y la innovación, la propiedad intelectual y las patentes son el motor del capitalismo planetario (dicho sea de paso, es primordialmente en esta plataforma donde ocurre la llamada guerra comercial de estos días ente las dos potencias globales). Mas aun: de todas las conexiones transfronterizas que genera la sociedad digital planetaria, ya la mitad son conexiones entre máquinas que se vinculan autónomamente, mientras solo un tercio de aquellas se produce entre teléfonos inteligentes o computadoras administrados por personas.


En este escenario (en el que puede decirse que el presente ya no existe: todo es “futuro avanzando”), irrumpe un desafío: ¿qué empresas prevalecerán? ¿qué trabajadores progresaran? ¿qué insumos o productos generan valor?


Las empresas ya no prevalecen por productos sino por prestaciones; el poder político (regulador de la actividad económica) corre desde atrás ante nuevos liderazgos espontáneos incrementales -económicos o sociales-; y las personas tienden a ya no ser meros trabajadores sino contribuidores a la generación de valor. Dicho sea de paso, la etimología de la palabra trabajo refiere a tortura -“tripalium” un antiguo instrumento de castigo compuesto por tres palos-, pero ahora (y obedeciendo a la etimología, que usualmente nos pasa factura) aquel trabajo pesado está cambiándose por la simple participación sistémica de las personas en procesos de creación organizada de riqueza.


En este marco, las empresas internacionales (aun las pequeñas y medianas internacionalizadas) son actores de importancia estratégica de sus países (invierten en el exterior) en un mundo en el que la economía ha pasado a ser el espacio en el que se vuelca el conocimiento, principal herramienta de poder en el planeta en la actual sociedad de la información.


Dice Richard Baldwin que la globalización no solo no se detiene sino que avanza mutando de naturaleza. Pero sostiene que han habido diversas globalizaciones: la primera (que comenzó en el siglo XIX) separó la producción del consumo y generó el primer auge del comercio internacional de bienes aprovechando el avance del transporte y sin soporte gubernamental; la segunda fue la que desarrolló aún más el comercio transfronterizo pero al amparo de instituciones internacionales creadas tras la Segunda Guerra Mundial (el comercio mundial de bienes creció 150 veces entre 1960 y 2018); la tercera se produjo desde los años ’90 del siglo pasado, cuando la revolución de las comunicaciones hizo que lo que cruzaran las fronteras fueran no solo los bienes sino también las fábricas, produciéndose el crecimiento de la inversión transfronteriza, que se quintuplicó entre 1990 y 2017 (hay unas 100.000 empresas multinacionales en el mundo, que lideran la que Gary Gereffi llamó la revolución de las cadenas globales de producción); y ahora avanza una cuarta y reciente globalización que consiste en la internacionalización directa de la producción de servicios, lo que permite crear redes productivas en diversos lugares en el mundo en simultáneo a través de “telecommuting” o telemigraciones (dice Baldwing que en esta nueva etapa lo que se globaliza -a diferencia de las anteriores- no es ya lo que producimos sino lo que hacemos, y que los servicios son los protagonistas, pero no solo por su exportación -que se multiplicó por 12 desde 1980- sino por su mera producción).


Un reciente estudio de McKinsey Global Institute sostiene que las cadenas de valor en todo el mundo están evolucionando hacia un uso más intensivo del conocimiento y que, concomitantemente, la mano de obra menos calificada pierde importancia como factor de producción (contrariamente a lo que se cree, hoy apenas un 18 por ciento del comercio mundial de bienes es consecuencia de la competencia basada en menores costos laborales y la enorme mayoría de ese comercio se basa en cualidades y condiciones diferenciales).


Puede decirse, entonces, que el tráfico internacional de intangibles es la nueva cara de la globalización.


Esto explica que además del creciente comercio internacional de servicios, del total de valor generado en los productos en el mundo cada año, el valor generado por intangibles (información, ingeniería, asistencia, know how, propiedad intelectual, invenciones, data, conocimiento, marcas comerciales, certificaciones de estándares y cualidades, etc.) duplica al valor generado por capital tangible convencional.


Hoy, como explica Stan Shih, el mayor valor se genera en el inicio del proceso productivo (invención, propiedad intelectual, ingeniería, diseño, know how) y en el final (marketing, comercialización, servicios postventa), mientras que la manufacturación que se encuentra en el medio del proceso (si no es parte de lo anterior) pierde valor relativo (por eso se trasladó a los países que operan con menos costos o, si no es así, directamente se automatiza).

Entonces: ¿como preparar nuestras empresas?.


Expresa Rita Gunther McGrath (Universidad de Columbia) que una característica de la urgente actualidad es que han perdido valor las ventajas competitivas tradicionales y ahora prevalecen las llamadas estrategias emergentes, que ponen el énfasis ante la actual variabilidad de los mercados en el factor humano organizado en una empresa flexible, y que por ello son cualidades criticas el oportunismo, la flexibilidad, el aprendizaje y el descubrimiento: ante un escenario cambiante la estrategia se construye durante la ejecución. Y depende de la calidad de la empresa. En su obra “El final de la ventaja competitiva“ sostiene que las empresas exitosas ocupan espacios internacionales en movimiento (ya no sectores estáticos) y se reconfiguran continuamente, y no les importa abandonar un mercado cuando aparecen signos de alarma o abordar uno nuevo cuando surgen los primeros signos de oportunidad.


Porque ahora las ventajas son pasajeras (transient) y no sostenibles. La adaptación constante es un requisito. La generación de valor es efecto de la virtud pero también del dinamismo adpatativo.


Hasta las pequeñas y medianas empresas son hoy globales. McKinsey habla de las micromultinacionales. La relevancia de las empresas en este tiempo explica que en los países de la OCDE la mayor fuente de formación de los trabajadores son las propias empresas (estos países gastan 50% más en I&D en empresas que en educación terciaria, mientras en Latinoamérica la inversión en I&D es solo del 30% de la inversión en educación terciaria).


Por eso, es en las personas donde las empresas tienen más invitación a invertir.


La educación tiene dos grandes fines: contribuir a generar mejores personas y dotar a los seres humanos de capacidades útiles. Pero esto hoy poco tiene que ver con los viejos contenidos de la instrucción del Siglo XX. Una pregunta para hacerse, entonces, es quién (y cómo) prepara a los futuros trabajadores. En nuestro país la escuela está atrasada y buena parte del sistema universitario sigue trabajando en base a asignaturas y disciplinas que han envejecido y cuyos límites temáticos se han diluido. Muchas “materias del conocimeinto” ya no representan un paquete de contenidos sistémico abarcativo adecuado, y las “carreras” no siempre responden a las exigencias amplias de la época.


Para ello es preciso desarrollar, pues, 5 tipos de habilidades centrales: las básicas (lenguaje, aritmética, lógica), las técnicas (las propias de cada profesión pero también las interdisciplinarias), las instrumentales (computacionales, gestión de la información, manejo de tecnologías), las personales (empatía, optimismo, iniciativa, persistencia, capacidad de resolver problemas, de entender y dar sentido, pensamiento adaptativo y pensamiento crítico, gestión de la carga cognitiva, administración de emociones) y las sociales (interculturalismo, capacidad de trabajo en equipo, capacidad de organizar y hacer funcionar, adaptabilidad, liderazgo, basamento en roles más que en jerarquías).






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