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Mega Regiones: La creación de espacios económicos supra fronterizos pero subnacionales


El mundo está discutiendo las condiciones en las que la economía global (que no dejará de serlo) se organice.


Las nuevas tecnologías (especialmente las de la comunicación) han producido un enorme efecto en las poblaciones: vincularon a las personas más allá de sus países, acercaron realidades antes lejanas convirtiendo en deseable lo que antes fue inalcanzable, permitieron desplazamientos que generan el más valioso de los conocimientos: el empírico, derrotaron impedimentos creando conciencia de la enorme extensión del campo de lo posible y permitieron que las empresas y su capacidad productiva se deslocalicen fácilmente. También han angustiado a muchos ante cambios imparables.

Pero mientras las discusiones políticas internacionales se agigantan, sin embargo, la vinculación sistémica se enriquece. Incluso más allá de los países. Quizá por aquello que sentenció Richard Burdett cuando aseveró que, comparados con las ciudades, los llamados “estados-nación” son iniciativas demasiado jóvenes que todavía deben probar su viabilidad.


A nivel subnacional se están produciendo acercamientos regionales formados por regiones de diversos países que se acercan formando sistemas de integración productiva.

Uno motivo es que lo local está prevaleciendo. Otro que lo intangible está cambiado matrices.


La globalización económica se ha modificado sustancialmente.


El motor de los flujos internacionales ya no es el comercio de bienes físicos sino el de intangibles. Según McKinsey[1] (usando su propia metodología de medición) el intercambio internacional de intangibles ahora suma 13,5 billones de dólares anuales -incluyendo los servicios intrabienes- y creció en los últimos diez años 60% más que el comercio de productos corpóreos. Por ello el principal componente de la arquitectura vincular de empresas sobre las fronteras son estos incorpóreos (información, conocimiento, saber hacer, capital intelectual, patentes, innovación e invenciones, licencias, marcas, instrumentos de reputación, calificaciones objetivas, propiedad intelectual, servicios, etc.). El tráfico de datos en el planeta creció 45 veces en los últimos quince años, tiempo en el que el de bienes físicos creció solo una vez (se duplicó).


Ante este fenómeno ciertos acuerdos de integración reciproca selectivos entre regiones y/o países se adaptan más (a los nuevos requisitos de confluencias regulatorias interestatales) que lo que lo hacen otros viejos institutos del siglo pasado.


Y esas confluencias regulatorias (en muchos casos desregulatorias) entre países, en la nueva economía, van pesando más que los acuerdos arancelarios internacionales; mientras que las bajas de impuestos son más relevantes que la facilitación de comercio en frontera (la alícuota de impuesto corporativo en el mundo ha caído desde un promedio de 40% hace 40 años, a uno actual de 26%), a la vez que el stock de inversión extranjera acumulada en todo el mundo equivale ya a casi 40% de producto global y -pese a que alcanzó un punto de maduración- se ha transformado en el pilar que impulsa ese intercambio de intangibles (más que de manufacturas) dentro de ecosistemas deslocalizados de producción. Y los acuerdos entre regiones que están en diversos países, pero son vecinos entre si abarcan en muchas ocasiones esta circunstancias.


La integración de los cercanos produce ecosistemas (eco por económico, no por ecológico) que integra empresas, financiadores, educadores que forma personas, prestadores de servicios, infraestructura, cultura, clima y actores públicos subnacionales. Lo que podemos llamar “meso economía[MB1] ”. Así, además de las condiciones macroeconómicas hoy incrementan valor estas condiciones “meso económicas” (saltos de calidad en los entornos inmediatos de las empresas, entre los que se cuentan las relaciones con proveedores, la infraestructura más cercana, las regulaciones locales, prestadores, etc.) que alimentan las microeconómicas. En ellas, la generación de atributos competitivos (innovación, instrumentos de márketing -y especialmente de “tarde marketing-, arquitecturas vinculares internacionales virtuosas, creación de instrumentos de reputación -certificaciones de estándares, marcas comerciales, alianzas con clientes o socios que califican-, instrumentos asociativos -por ejemplo en la creación de consorcios-, conocimiento incorporado en los procesos de producción o comercialización; son todos ejemplos de alzas cualitativas que deberán producirse para adaptar la oferta exportable al nuevo escenario.


Hoy la economía mundial es mucho más que el comercio internacional: es la integración de inversión, alianzas sistémicas internacionales entre empresas, generación de conocimiento económico y -además- el comercio; todas partes indivisas de un único proceso supraterritorial (por ello, abocarse solo a algunas herramientas y no a toda la complejidad integral de la globalidad desenfoca la tarea).


Y las empresas líderes no son solo globales porque son “multi-pais” sino que lo son por su condición de “multi-industria” (en varios sectores) y “multi-compañía” (en red) como enseña un paper de la Universidad de Wharton.

Una cualidad de la época es, consecuentemente, que están licuándose los límites entre las disciplinas. La medicina se mezcla con la producción de alimentación, lo jurídico con la economía, la que cada vez más se relaciona con la ingeniería; la arquitectura con la psicología (y la economía también con esta última); la ciencias duras con la administración de equipos humanos. Las empresas ya no prevalecen por productos sino por prestaciones. Dice Rita Gunther McGrath (en “The end of competitive advantage”[2]) que los que tienen éxito en el mundo ya no lo hacen por sus productos -cuyo ciclo de vida de acorta más y más- sino por sus empresas, que logran el mejor atributo en la capacidad de entender que las ventajas en un mercado son siempre transitorias por el evolucionismo tecnológico sorpresivo imparable, y en la consecuente adaptabilidad al cambio permanente.


Por ello ya no se trata meramente de exportar, invertir o comerciar sino de hacer negocios integrales internacionales. En la literatura de esta materia está comenzando a hablarse de que la presente fase de la globalización (la 4ta, según Richard Baldwin, que es la que corresponde a la comunicación permanente en redes por parte de empresas que operan a escala transfronteriza antes y después del mero comercio, actuando en sistemas productivos gracias a las tecnologías digitales a través de los cuales comparten información, conocimiento, experiencia, ciencia y saber productivos) es una fase en la que logran relevancia lo que Hal R. Varian, (en la Universidad de Berkeley) llama las “micromultinacionales[3]”. Éstas son empresas pequeñas que, a través de la más evolucionada Internet, actúan en cadenas comerciales evolutivas.


Las PyMes cuentan ahora con la posibilidad del desarrollo de las redes, que son arquitecturas espontáneas que permiten superar la dificultad de la menor dimensión e integración a través de lo que Henry Chesborough (en su libro al respecto) ha llamado la “innovación abierta[4]”, que consiste en la habilidad de vincularse en relaciones con terceros ofreciendo lo mejor y tomando de otros lo necesario. Si una empresa, por su dimensión, no puede mucho, aportará lo bueno suyo y se asociará con otros para lograr lo restante.


En estos marcos regionales subnacionales pero que son más trasfronterizos que internacionales, algo relevante para las pequeñas y aún medianas empresas es desarrollar lo que John Kay ha llamado contratos relacionales[5], formados por arquitecturas vinculares a través de relaciones estables, constantes y sistemáticas con clientes/socios más allá de donde estén ubicado en relación a una frontera política. Esto es: la inserción en cadenas de producción y valor, donde actúan empresas a través de estos “contratos relacionales” (que no son meros contratos legales convencionales sino que implican pactos muchas veces no escritos de actuación en base a estrategias comunes, por aprovisionamiento dinámico para vincular la producción de modo permanente y crónico, para que diversas empresas actúen sabiendo cuál será el aporte de otros miembros de esa cadenas, en base a la confianza que depara la reputación de cada uno de esos miembros de esa cadenas).


¿Como pueden estas empresas disponerse a ingresar en redes internacionales apoyadas en nuevas tecnologías que permiten ingresar en cadenas transnacionales? En primer lugar las empresas deben preparase hacia adentro, porque estas redes de asociaciones espontáneas y útiles exigen capacidades en sus miembros. Señala un trabajo de Deloitte University Press[6] que mientras las empresas basadas en las “viejas reglas” buscaban eficiencia, se organizaban en base a liderazgos concentrantes y jerarquías, se basaban en muchas normas internas y estaban lideradas por una dirección, contaban con demasiados niveles de promoción internos, desarrollaban una cultura de temor al fracaso, estaban demasiado pendientes de lo que otros calificaran sobre ellas y actuaban basadas en procesos; ahora (en cambio), las empresas nuevas basadas en actualizados modelos están basadas en aprendizaje permanente, innovación, búsqueda de impacto en el cliente por encima de las meras mediciones internas, operan con equipos que desarrollan conocimiento productivo, forman parte de redes[7], cuentan con estructuras dirigidas a la generación de servicios (aunque sean manufactureras) que generan valor en el cliente más allá del producto eje de la oferta, tienen liderazgos cambiantes según la evolución de las innovaciones y se basan en la “orquestación” (porque están apoyadas en la inquietud sobre las oportunidades que haya fuera de ellas, las posibilidades del nuevo conocimiento que puede surgir de ellas -para lo cual privilegian contar con gente talentosa-, el desarrollo de intangibles como instrumentos competitivos y la conciencia de la relevancia de participar en redes espontaneas, desarrollan una cultura que alienta la toma de riesgos y abandona la mezquindad de la minimización y se basan en responsabilidades internas muy bien definidas pero con liderazgos adaptativos a las etapas).


Un ámbito para que ello corra es el de las regiones. Allí donde se producen ecosistemas de integración más allá de fronteras políticas entre países[8], donde la vecindad complementa. Allí donde la integración entre poblaciones en diversas jurisdicciones políticas genera un espacio mas completo.

Para ello es preciso involucrarse en el desarrollo de la mesoeconomía regional suprafronteriza.


El “patrón organizativo” en el marco de la Competitividad Sistémica (C.S.) se debe entender en cuatro niveles (i) el nivel meta (valores y condiciones generales predominantes), (ii) el nivel macro (macroeconomía), (iii) el nivel meso y (iv) el nivel micro (intraempresa). El nivel “meso” referido incluye entonces según profusa doctrina el apoyo a los esfuerzos de las empresas, formado por las políticas específicas para la creación de ventajas competitivas, por el entorno y por las instituciones (institutos tecnológicos, centros de formación y capacitación profesional, instituciones financieras especializadas, instituciones de fomento de exportaciones, cámaras empresariales)” (Hernández, 2001, pág. 16).


En el mismo sentido (como lo indica Messner) “… el nivel meso se estudia la formación de un entorno capaz de fomentar, complementar y multiplicar los esfuerzos al nivel de la empresa.” (Messner, 1996, pág. 15)

Esser resalta que en el nivel meso el análisis gira en torno a la organización y gestión, y en la medida que se perfeccionen y profundicen estos dos elementos, el nivel meso funcionará correctamente. “De lo que se trata es de desarrollar una eficiente estructura institucional (hardware) y de promover en especial la capacidad de interacción estrecha entre actores privados y públicos al interior de un clúster (software)” (Esser, Hillebrand, Messner, & Meyer-Stamer, 1996, pág. 184).


La idea de fondo de la “cooperación” presente en todo el enfoque sistémico se particulariza en el nivel meso del análisis en la verificación de la existencia de un entorno que fomente, complete y multiplique los esfuerzos individuales de las empresas (García de León, 2009, pág. 30),


En el nivel meso, pues, de la C.S. se determina la necesidad de verificar y analizar algunos temas relacionados con la competitividad sectorial


Son tópicos del nivel “meso”:

  • • La necesaria existencia de un entorno que fomente, complemente y multiplique los esfuerzos por obtener ventajas competitivas por parte de las empresas.

  • • La verificación de que los acuerdos entre los diversos actores del nivel meso se dirijan a que los mercados se desenvuelvan de una mejor manera.

  • • La verificación de una estructura material (hardware) e inmaterial (software) dirigida a estrechar la cooperación entre los actores.

  • • La necesidad de que existan políticas dirigidas a mejorar la competitividad de varios sectores, pero también –de manera incluso mas intensiva– políticas selectivas dirigidas a fomentar rápidamente el fortalecimiento de núcleos empresariales específicos.




[1] Poner aquí foot note con autor

[2] (McGrath, 2013)

[3] (Varian, 2005)

[4] (Chesborough, 2006)

[5] (Kay, Foundations Of Corporate Success: How Business Strategies Add, 2007) (Kay, Think before you tear up an unwritten contract, 2010)

[6] (Walsh & Bollini, 2017)

[7] (Ferguson, 2018)

[8] (Bernardez, The power of entrepreneurial ecosystems: extracting boom from bust, 2009) (Bernardez, Arizona - Sonora Mega Region Summit: Building Bridges and Social Performance, 2019) (Rodriguez Villanueva, 2018) (Varian, 2005) (Woodard, 2012)

[MB1]Me encanta el termino


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