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CUANDO EL SOL SE SABE TAPAR CON LA MANO: Economía marginal y Barrio 31.


Hombres y mujeres de diferentes edades, se descuelgan de los transportes públicos ofreciendo chucherías “para la cartera de la dama y el bolsillo del caballero”. Esa frase se escuchaba allá por la década del cincuenta en los transportes colectivos, cuando yo todavía era muy pequeño. Esa costumbre de vender objetos de toda calaña ha crecido en otras zonas de los espacios urbanos, algunas más formales que otras. Esa actividad, habitualmente realizada con transacciones en efectivo, sin facturas contables, habilitaciones, impuestos y otras variantes de la economía formal, se la define en estos días como economía del Sistema D. (Neuwirth, 2011) (The Economist, 2016) (The Economist, 2016) (The Economist, 2014)


Esa práctica que se conoce desde que la humanidad ha iniciado sus transacciones por trueque y que luego de siglos de desarrollo de las organizaciones sociales, pasó a ocupar un espacio de la economía no formal o al menos, poco formal. Sin embargo, en los últimos tiempos, se viene observando un incremento en la participación de este tipo de economía paralela, tanto en las economías emergentes como en menor medida, en las centrales. Este fenómeno ha sido tratado por diferentes autores y lo han hecho desde ángulos diversos, tanto desde la observación del comportamiento de los agentes sociales, como desde las variables específicas de la macroeconomía. (De Soto, 2000) Sea del modo que fuere, cada familia o grupo social, en cuanto aquello que lo rodea no resuelve sus necesidades por los caminos conocidos, parece que encuentra los atajos para resolver sus necesidades imperiosas y abordan algún destino, como lo hace el agua en su escurrir hasta llegar al lugar del remanso. De modo que las viviendas se resuelven en lugares de tierra tomada, situada en sitios periféricos o particularmente poco cuidados por la sociedad “normal”, habitualmente cercanos a los lugares de consumo y de oportunidad de trabajo y sobre ella se erigen construcciones precarias con criterio urbanístico medieval, llamadas en la República Argentina con el nombre de villas miserias o de emergencia en el leguaje menos coloquial y en el Brasil favelas. Buena parte de los habitantes de esas villas trabajan en actividades formales en posiciones de baja calificación en la industria de la construcción, limpieza, gastronomía o servicio doméstico, pero buena parte de los otros habitantes, lo hace en el llamado Sistema D. De hecho, el sitio donde viven no paga impuestos, habitualmente tampoco electricidad ni cable, los servicios públicos están ausentes, como el agua corriente, cloacas, barrido y limpieza, seguridad e iluminación pública. No todo aquel que participa del sistema D vive en esos sitios, pero sí buena parte de ellos y aquellos que habitan en otros lugares, en general lo hacen en viviendas de un escalón por encima del mencionado, o sea que muy cerca del nivel cercano a la pobreza. Desde la mirada de la unidad económica básica, la familia, por ejemplo, el estudio de este sistema económico, también suele llamarse nano economía. (Wiktionry, 2015) Hay alguna situación paradojal cuando se adentra en este circuito y en la vida económica de estas familias. En buena parte de ellas, la economía es mixta, es decir que hay alguien con algún empleo formal, pero lo habitual es que la actividad sea de intercambio de objetos o servicios dentro del sistema D, por ejemplo “changas” y en el caso de la venta ambulante habitualmente se los llama “buscavidas”. (Dalglish & Tonelli, 2016) De modo que, en cuestiones aparentes, esta gente que vive en espacios marginados, con trabajos intermitentes que cobran en efectivo y no emiten facturas, no pagan impuestos ni tienen habilitaciones para ejercer su trabajo, dejan la sensación aparente de que no participan de la carga impositiva general y que toda su economía está por afuera de cualquier circuito. Quizás, una mirada de otra índole en esa nano economía pueda indicarnos algo diferente. Admitamos que compran y venden objetos con dinero absolutamente marginal (de aquí en adelante usaré el término habitual “negro”) y realizan actividades de electricidad, plomería u otra changa para diferentes personas. Eso significa que no poseen una relación de dependencia y que su tarea se dirige a diferentes clientes. El sistema impositivo argentino, contempla esa posición arancelaria para diferentes actividades, cuya posición se denomina monotributo, está escalonada en diferentes categorías y abona en calidad de carga impositiva, el 7% de la facturación máxima. Eso significa que si no facturara el 100% de la categoría, el monotributista abona un porcentaje mayor, ya que los montos a pagar son fijos para cada categoría. Admitamos entonces que un monotributista paga en promedio un 10% de su facturación, situación que los buscavidas o changas no hacen. Todo aquel que cuenta con un reducido ingreso, se espera que poca capacidad de ahorro cuente y es el caso de quienes estamos estudiando porque transitan en un sitio observado desde la miseria, motivo por el cual, todo aquello que ganan, aún en dinero negro, lo consumen.

La mayoría de lo que consumen tiene un origen formal, ya que viven en grandes ciudades y a lo sumo el último canal de comercialización es no formal en lo que respecta a alimentos o vestimenta, pero la provisión de esos productos a quien las vende, pertenece al mercado formal y por lo tanto ya tiene sus impuestos cargados.


Esos son básicamente en la Argentina:


1. Impuestos al consumo, IVA, ingresos brutos y ganancias los que llevan una carga que va desde el 17% al 28%


2. Si además consumen alcohol o tabaco, la participación impositiva abarca una franja desde el 50% al 90%.


3. Por no estar incluidos en sistemas bancarizados, esas familias no tienen participación en los descuentos de supermercados del orden del 15%



Del mismo modo, si bien alguna parcialidad de los objetos que se intercambian puedan tener ingresos por contrabando, lo que significa que el estado en esos casos no percibe ningún impuesto, la mayor parte de aquello que comercializa el sistema D tiene un origen formal que paga sus impuestos, de modo que a lo sumo lo que queda y que se deja de pagar, corresponde al valor agregado de la transacción pura, que ya hemos visto es apenas de un 10% promedio del nuevo precio, ya que si este buscavidas estuviese en el sistema formal, debería ocupar el sitio de un monotributista. Pero lo curioso es que esa contribución marginal, seguramente es escasa debido a que participa de canales de bajo precio retail. Supongamos que esos buscavidas compran un objeto a $10: ese objeto lleva la carga que citamos antes de impuestos al consumo, que representan costo hundido para quien está haciendo este negocio, ya que no tiene modo de descargar los impuestos que llevan los productos comprados, como ocurre en las empresas donde al menos IVA y ganancias se descargan por diferentes carriles. Supongamos que la persona incrementa un 20% en la transacción por participar de un canal de precios bajos y contribución marginal de bajo tenor, de modo que obtenemos un precio de 12$ en la venta de su canal. La evasión en este caso es el 10% de 12%, lo que nos arroja un valor de $1,2 Pero el buscavidas ha comprado el producto a $10, lo que es de esperar que le quede hundido un costo impositivo de los canales previos de $4. Si bien puede ser significativo, dado el volumen que ocupa este modo de economía y todo lo que un estado podría hacer con semejante fortuna, convengamos que merece evaluar esa relevancia. Pero hay también otra forma de ver este asunto y es quizás el motivo principal por el cual, el sistema D es aceptado con una represión pobre casi de amateurismo “marrón”. Esa cantidad inmensa de dinero en el que participa la economía en el sistema D, podría ser observada como si aquellos objetos que son parte del intercambio fueran vendidos al precio de mayorista en el mercado retail, los que quizás a los precios de venta en los lugares formales, no alcanzarían los volúmenes alcanzados a estos precios inferiores, ya que habitualmente no participan del grupo de la primera necesidad. De este modo, el sistema D motoriza el consumo y como vemos, apenas evade $1,2 de $5,2, lo que significa que con que incremente un bajo porcentaje la producción formal ya que calienta el mercado, el estado holgadamente supera esa expectativa. Entendamos que no es en el único sitio donde el mismo producto puede encontrarse a precios diferentes de acuerdo al canal de venta donde está expuesto, algo parecido a las grandes liquidaciones Desde esta óptica, la actividad del sistema D es otro modo en que la economía se dinamiza y lo realiza a partir de reglas no formales, pero de normal encuentro con los modos espontáneos de comercialización y muchas veces, esas formas distan de ser simpáticas en la medida de que no hay límites impuestos. Es por eso que ciertos comportamientos humanos conocidos afloran como si la primavera apareciera en los jardines en actividades delictivas clásicas, como protección, tráfico de influencias y otras cuestiones que transitan por el mismo carril del este sistema, a los que se suman aquellos negocios absolutamente dolorosos, como aquellos de armas, personas y estupefacientes. Es por eso que si la magnitud de este sistema se incrementara como se viene observando, la capacidad para reprimir esos aspectos de la convivencia se hace más difícil y es quizás, uno de los motivos por el que un sistema de transacciones tan antiguo como el sistema E, es observado con recelo. En la experiencia de transformar la Villa 31 en Barrio1, se va mostrando una posible estrategia para abordar estos aspectos negativos, como también la posibilidad de mejorar el hábitat de la gente. En estas líneas nos detendremos en los aspectos que hacen a la economía de la propuesta de transformación y particularmente a la llamada nano economía, ya que hay muchas otras aristas para evaluar, como la inmobiliaria, la gastronómica de las grandes cadenas y otras que buscan oportunidades de negocios. 1 (SISYU, 2018) (Fernandez & Bernardez, 2017) (CIPUV-SISYU, 2017) Pero veamos lo que ocurre cuando cierta violencia ha sido alejada y algunas figuras que participaban de ella quedan excluidas. La capacidad emprendedora de los actores naturales que habitaban, salió a relucir y nos encontramos con restaurantes de comidas populares presentadas como comida de autor, peluqueros prestigiosos que por cierto motivo decidieron trabajar allí y grupos de comerciantes que guiados por líderes propios e incentivados, realizaron ferias comerciales o han salido extramuros a ofrecer sus habilidades para la costura, ejecución de viandas para quienes trabajan en las oficinas cercanas, las mismas changas de electricidad y plomería que se hacían ya en el barrio, etc. La actividad económica sigue en sistema D y quizás se mantenga en el tiempo. La tendencia es que se revierta, pero nada está escrito al respecto. Es posible que dada la jerarquía del enclavamiento del barrio, pueda ser posible su mutación pero quizás también, un sistema mixto pueda ser sostenido. A veces, los límites de la vida nos colocan en alguna encrucijada como quien conduce su automóvil por un estrecho camino de cornisa en el crepúsculo, sin otra posibilidad más que seguir hasta un sitio seguro. Pero el sol terco impacta justo en la línea de los ojos y el que dirige su vida y la de los que lo acompañan, decide tapar el sol con la mano, de ese modo, algo de lo que hay debajo las ruedas es posible divisar. Si bien la cornisa y el peligro no se escurren, el sendero está ahí y el destino entonces es posible.

 

Mario Perelrozen es ingeniero y consultor empresarial, con 40 años de experiencia en asesoramiento a PYMES y desarrollo de proyectos comerciales e industriales como consultor, ejecutivo y empresario.


Mario ha trabajado como empresario, gerente y consultor en empresas en Argentina y Brasil. Ha hecho estudios de posgrado en Finanzas y Economia, Psicología Institucional y Coaching y Human Performance Technology.


Integra desde 2012 el equipo de management del Performance Improvement Institute para Argentina, Uruguay y Brasil. Es miembro del Board de ISPI Argentina (www.ispiargentina.org) Mario colabora con el programa MSI – Managers for Social Innovation – para Barrio 31. Ha publicado multiples artículos de su especialidad y su primer novela de ficción, A campo traviesa, en 2013.

 

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